lunes, 16 de diciembre de 2013

Día 23: La cosa se moviliza y se complica.

He tenido que recurrir a los informáticos. No me ha quedado otro remedio si quería instalar el Turister (me da que no es así tampoco) en el teléfono al que, por cierto, he tenido que volver a enchufar tres veces en los últimos dos días porque la batería le dura un suspiro. Dos horas de carcajadas después de haberles comentado mis andanzas por los dibujitos (sí ya sé iconos pero es que no me acostumbro), los mamones han accedido a instalarme el pajarraco azul y todo su mundo de luz, color, fantasía y tuits. Después de un graciosísimo: "Hala, ahora no lo rompas" me han devuelto el teléfono y en la pantallita he visto, entre lágrimas de emoción e incredulidad, la imagen del pajarito azul.

No he podido contenerme y lo he abierto inmediatamente, esperando encontrar mis tuits y los de aquellos a los que con tanto fervor me puse a seguir (estos sobre todo son los que tienen avatares de formas femeninas sugerentes). La cosa no ha empezado a pintar muy bien cuando lo he abierto y ha empezado a sugerirme que añada a mis amigos (como si tuviera de eso, cuando lo más cercano es mi cuñao y a ese no lo vuelvo a meter en mi cuenta ni loco) y que diga a los cuatro vientos dónde me encuentro (cada día me convenzo más de que esta red social fue creada por una panda de cotillas que se aburrían y pensaron en la mejor forma de conocer vidas ajenas hasta en los mínimos detalles).

Si pensaba que ahí terminaba todo, estaba muy equivocado. Cuál ha sido mi sorpresa cuando he podido apreciar, no sin gran disgusto, que las cosas del Twilter (la versión china tampoco me convence) en el móvil son completamente diferentes al PC. Uno espera que, al usar un mismo programita va a encontrarse con iguales elementos independientemente del aparato que use para acceder pero se ve que los programadores tienen tantas horas libres y tan mala leche que han optado por vivir llevando la contraria a la lógica.

El "inicio" sigue siendo "inicio", todo hay que decirlo, pero resulta que la arrobita del "conecta" ha desaparecido en el móvil, sin dejar rastro, llevada por los vientos del capricho de los programadores. Tras tres cuartos de hora tocando la pantallita, me he dado cuenta de que la arrobita se ha convertido en campana y ya no es "conecta" sino "notificaciones" pero es lo mismo, creo. Luego hay una pestañita que pone "Actividad" que no sé muy bien qué hace ahí pero parece ser que te explica hasta el faveo más insignificante de la gente que tienes rondando por tu cuenta (los programadores deberían hacerse mirar su afán de cotilleo). Escribir un tuit se hace desde abajo (nada desde la esquinita superior derecha del Pc) y, al menos, el sobre lo han dejado ahí visible con la misma inutilidad que en el PC.

Voy a tener que dedicar un buen rato a irme acostumbrando a tanto cambio e innovación aunque, por lo que he podido leer, a la gente no le suele hacer mucha gracia las innovaciones con las que actualizan Twirtle (esto me suena a una peli de bichejos verdes peleones más que a un pajarillo azul). No sé si a mí me acabarán convenciendo.

martes, 10 de diciembre de 2013

Día 22. Estrenando el móvil (2)

Lograr encender el cacharrejo este y acordarme del PIN ya me parecía un logro significativo pero esto de enfrentarme a un manual de instrucciones que ocupa 947 páginas, viene en setenta idiomas, incluido el swahili (que supongo que será un mercado en alza el de los móviles allí), con una letra diminuta y unos gráficos en blanco y negro de fotocopia mal hecha ha terminado por derrumbar mi ánimo.

He tenido que buscar hasta dar con el español (que lo han escondido bastante los muy espabilados) pero, al fin, me he enfrentado al uso y disfrute de mi teléfono en la lengua de cervantes (al menos en apariencia). Resulta que este teléfono tiene una pantallita llena de dibujitos que, como no quedaba muy técnico llamarlos así decidieron bautizarlos como iconos (aunque yo por icono siempre he entendido un cuadro de la virgen o los santos así con pan de oro y tal). Bueno, pues que tiene iconos que tocándolos con el dedo abren aplicaciones (los programas de toda la vida de dios) que hacen que el teléfono haga de casi todo. Son las famosas APPs (de nuevo hay que inventarse nombrecitos para que parezca tecnológico).

Sirve para escuchar la radio, música en mp3, ver películas en mp4, jugar a juegos en mp5, hacer carambolas en mp6, retocar fotografías en mp7 o acabar con tu paciencia en mp8 (no entiendo eso del mp que ponen, creo que es evidente). Por lo que se ve, según el manual, he sido el tipo más inteligente del mundo al adquirir un pedazo de terminal (espérate que ahora me aterrizarán aquí los aviones que no les quepan en el aeropuerto de Castellón) capaz de hacer fotografías de chorrocientos megapíxeles, conectame a internete, mandar dibujitos (que cuando los envías ya no son iconos sino smiles, hay que joderse) y conectarse a las redes sociales (que esto es lo que más me interesa en estos momentos cruciales de mi vida).También lo puedo sumergir en el agua sin que se estropee, algo que me parece tremendamente útil por si un día, haciendo submarinismo, me surge la necesidad de llamar a alguien desde el fondo marino para contarle lo bonito que es un boquerón que se me ha cruzado por delante. Si algo tiene la tecnología, es que nos facilita poder realizar este tipo de actividades tan cotidianas como necesarias.

Pero, como yo voy a lo voy, empiezo a mirar entre los dibujitos (iconos, leches) a ver si veo el pajarraco azul aunque sin mucha esperanza porque ya sé que tengo que instalarlo (a ver dónde consigo huevos de pájaro azul para meter en el móvil este). De camino en mi búsqueda y sin querer, he hecho diecienueve fotografías al suelo, he escuchado quince canciones de tipos que ni conozco, he visto cuatro vídeos, dos presentaciones de power point, me he enterado del tiempo que hace en Cuenca (que creo que es algo que un buen tuitero debe conocer), he descargado la bibliografía completa de Benito Pérez Galdós (que anda que no escribía el jodío), he sabido en qué lugar exactamente del planeta me encuentro (con una aproximación de 300Km), he conducido un cochecito de carreras y me ha sonado media docena de veces la alarma. Todo esto sin contar con las tres notas que he escrito sin querer ni criterio ni las cuatro citas que he establecido en un calendario de Google todavía no sé ni con quién ni dónde, aunque me llegará al correo un aviso de cada una de ellas.

Eso sí, del pajarraco azul no he encontrado ni una mísera pluma. Temo que tengo que llamar a los informáticos, con lo que me fastidia, para que me digan cómo narices se instala eso y, sobre todo, cómo diantres llamo desde este teléfono (que eso tampoco lo he encontrado ni por casualidad). Tendré que seguir luchando.

jueves, 5 de diciembre de 2013

Día 21. Estrenando el móvil (1).

Ya iba siendo hora de pasarme a la tecnología tuitera portátil así que me he decidido a estrenar, por fin, el móvil que llevaba una semana cargando. No voy a negar mi nerviosismo pues esperaba que saliera un teclado de algún lugar escondido pues lo que me vendieron es todo pantalla que, para llamar, ya me dirás tú de qué sirve.

Aprieto, eso sí, un pequeño, diminuto, minúsculo adminículo que, a modo de botón de encendido, encuentro por casualidad en la parte superior del cacharro. Mi asombro es mayúsculo cuando en la pantalla empieza a aparecer un festival de color, luz y sonido que me parece más la introducción de una película que el inicio de un teléfono. Lo cierto es que no me parece un mal principio. Tras media hora, aproximadamente, de musiquita y logotipos reluciendo en la pantalla, me aparece una especie de teclado virtual y el teléfono me pide un PIN.

Nervioso, me pongo a buscar por la casa a ver si me aparece alguna de las insignias de esas de propaganda que hace años me dieron en una promoción de un bar porque, que yo recuerde, otro pin no he tenido en mi vida. Desesperado por no encontrarlo, llamo a los informáticos que me explican que eso de PIN significa "Personal Identification Number" y, aguantándome las ganas de llamarlos frikis espinillosos cuando se me han reido a carcajada limpia, me he despedido lo más dignamente que he podido. Como no he querido que me siguieran humillando, he decidido averiguar por mi cuenta qué diantres es eso. 

Por lo que he deducido, se trata de un número y he imaginado que lo tengo que elegir a fin de que la seguridad sea completa. Así que he puesto: "4321" (no soy tan estúpido como para poner "1234") y he pulsado el Ok. Por lo que se ve, algo he hecho mal, así que he repetido la operación pero el teléfono se empeña en decirme que me equivoco al elegir ese número. No sé quién ha diseñado esto pero me tendría que explicar por qué sabe que me equivoco eligiendo un número que yo quiero. Vuelvo a intentarlo (esta vez gritándole al terminal que no me toque las narices que parece ser muy efectivo en este tipo de situaciones) y logro un cambio radical. Se ve que el teléfono se ha dado cuenta de que no puede negarme el PIN que a mí me gusta por lo que cambia de estrategia y me pide el PUK. 

No sé de qué va esto, la verdad. Si ya lo del PIN rozaba la ingeniería genética, esto del PUK me parece ya ingeniería aeroespacial de la buena. Llamo a la compañía, desde el fijo, por supuesto, y tras media hora de musiquita horrorosa, una señorita (que se identifica como Leonora Smith Rodríguez y que me parece que me está hablando desde una piscina en Punta Cana) me explica que ese tal PUK es un numerajo que aparece en la tarjeta que me han dado en la tienda junto al móvil. Busco tal tarjeta y resulta que es una especie de rasca y gana y, en lugar de un regalo sorpresa, lo que pillo al pasarle la monedita son los números que con tanto empeño me pedía el móvil. Introduzco con cuidado los doscientos dígitos del PUK (el cabrón está hecho para que te equivoques, fijo) y, con lágrimas emocionadas, el cacharro decide funcionar poniendo un fondo otoñal y unos cuantos iconos que desconozco completamente. 

Hoy no doy más de mí. Mañana revisaré el manual de instrucciones a ver si saco algo en claro. Una nueva decepción, un nuevo berrinche y hoy ni siquiera he entrado en Tutwitre (estoy ahora como para averiguar cómo se escribe). Esto es desesperante.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Día 20. El cuento de nunca acabar.

Pensaba que con un ordenador y un poco de ingenio ya podía tuitear. Nada más lejos de la realidad.

Por lo que voy viendo de los que son considerados grandes en el mundillo de Twieter (creo que me voy acercando), es imprescindible tener algunas cosas más. Una cámara de video, una de fotos, un amplio conocimiento de concina, sociedad, música, política, leyes, sexo, bricolaje, crítica literaria, física cuántica, trigonometría, ingeniería espacial, papiroflexia. Además necesitas tener una mascota aunque no es inconveniente tener varias de formas, tamaños y colores variaditos y enternecedores. La ropa es conveniente que esté a la última, por lo que unos conceptos de moda tampoco vienen mal y ya si la ropa interior es de marca y capaz de marcar determinados volúmenes ya es la leche.

Consternado he ido a mi armario. Si excluimos la ropa de mercadillo y la de los chinos, me queda una camisa para las bodas y un un pantalón corto que me regalaron por mi cumpleaños. Me da que esas prendas no logran compaginarse lo suficiente como para constituir un conjunto tuitero aceptable. Revisando el acjón de los calzoncillos, lo más cercano que encuentro a ropa interior molona es un bóxer slip ajustado de la marca Clavín Kein (por supuesto adquiridos al módico precio de 2,90€ en el mercadillo hace un par de meses) de color narajan fosforito con pequeños motivos ilustrativos de un cerdito la mar de gracioso. No he querido, ni siquiera, probármelos por aquello de que no me apetece confirmar mi sospecha de que tampoco tengo volúmenes sugerentes que realzar.

Pero estoy dispuesto a triunfar y vencer al jodido pajarito azul con otras armas que con un físico espectacular del que carezco. Decido, pues, atacar por el flanco del conocimiento, del ingenio, de la sabiduría que acabe por hacerme merecedor de la admiración de tuiteras y tuiteros de postín. Necesitaré, eso sí, ejercitar la mente con esmero y tesón.

Por eso, he dedicado el día a aprovisionarme de tres enciclopedias, el libro gordo de Petete, dos antologías del chiste español, media docena de cintas de Arévalo, cuatrocientos veinte documentales de la 2 y un peluche por si tengo que hacer una foto de una mascota con una frase profunda. Cuando he visto ante mí tanto cachivache, he perdido la ilusión, otra vez. Esto va a ser arduo pero espero que mis esfuerzos se vean rencompensados algún día.




martes, 3 de diciembre de 2013

Día 19. Joder ¡Que se mueven!


Si lo de las fotos de Twister (¿Esto no era un baile?) ya me tenía un poco alucinado, hoy mi asombro ha crecido un poquito más. Resulta que he visto que un usuario ha colgado un vídeo. Ya es rizar el rizo.

Una cosa que se llama Vine parece que sirve para eso. Son cortitos y, en no pocos casos, inquietantes. Estos tuiteros ya me parecían gente un poco rara pero viendo cómo se empeñan en colgar peliculitas en las que chillan, ríen y hacen sus cosas de tuiteros acaba dejándome perplejo. Pero también me da envidia, yo también quiero dejar escapar libre mi imaginación y poder mostrar al mundo un corto de unos segundos digno del mismo Amenábar.

Saco del trastero mi cámara de vídeo: una magnífica Sony de esas de cinta que puedes poner directamente en el vídeo VHS con el adaptador que venía en el lote. La coloco en el trípode, me pongo en el sofá, cojo un gato de los chinos de esos que mueve el brazo para que haya un elemento felino que es algo que se agradece en la red del pajarito azul y, después de carraspear un par de veces, le doy al mando a distancia para empezar la grabación.

Primer plano del brazo del gato balanceándose. Se abre plano. Aparezco yo, ataviado de forma conceptual, con un sombrero mexicano, una camisa hawaiana, el pantalón de un pijama de Dora la Exploradora y unas babuchas que compré en Marruecos. No sé qué quiero dar a entender con mi abigarrada indumentaria, pero ahí la dejo por si hay quien lo entienda.

Me dispongo a soltar mi mensaje que, espero, llegue a los confines del mundo: "Una mujer tenía un perro y le llamó Mistetas. Resulta que un día lo perdió..." (no voy a poner todo el mensaje, que si no luego nadie ve el vídeo por sabérselo de antemano). Cuando termino, hago una reverencia, se me cae el sobrero. Lo recojo. Voy a coger el mando y tropiezo con el cable provocando una pérdida de equilibrio que conlleva la caída del gato previa descripción de parábola ascendente que sería la envidia de un halcón. Aterriza sobre el sombrero que, al perder su centro gravitatorio, acaba estrellándose en la estantería donde tengo las copas de cristal de vohemía (de 15 céntimos la unidad en el mismo chino que compré el gato y el sombrero) con la consiguiente ruptura del vidrio en tensión y desparrame de cristalitos en una algarabía de sonido y luz.

Reviso la grabación y me doy cuenta de que el mejor momento es justo el de la caída y decido que ese va a ser mi mensaje para el mundo a modo de crítica en la que toda nuestra sociedad está tambaleándose y cayéndose sin remedio (bueno y que he de reconocer que como vídeo de risas por el ridículo ha quedado bordado).

El problema lo encuentro al intentar pasar el vídeo de marras, por más que intento buscar la clavija para conectarlo al ordenador no encuentro nada que se le parezca. Me rasco la cabeza y, depués de ilusionarme con poder hacer algo tan novedoso, vuelvo a caer en la frustración por no saber cómo llevarlo a cabo. Otro día preguntaré a los informáticos, cuando se me pase el berrinche.

lunes, 2 de diciembre de 2013

Día 18. Después del respiro.

Me he tomado un fin de semana sin entrar en Tarariter (ya sé que no es así pero nos entendemos). Necesitaba alejarme, tomar distancia y pensar qué estoy hacendo con mi vida si siento sudores y temblores cuando no entro a visitar al jodido pajarito azul pese a las decepciones con las que está aderezando mi vida.

Lo cierto es que ya me han dicho que debería probar a usarlo en el móvil y así evitar pasar días enteros sin entrar pero, como me he enterado que las baterías de los teléfonos actuales duran más bien poco, he optado por dejarlo cargando un par de días más (lleva acasi una semana) para asegurarme que me va a durar a pleno rendimiento por lo menos un mes o dos. Soy paciente y le doy todo el tiempo que haga falta para que la batería se llene hasta rebosar.

Después del fin de semana, como digo, vuelvo a entrar, como un yonki de esos que busca su dosis, y comienzo a leer lo que va desgranándose ante mí en la pantalla. El maravilloso mundo del pajarito azul se me va mostrando de nuevo con una interminable retahíla de lastimosas quejas por el sueño, el frío y, sobre todo, por ser lunes. Desde luego, a esta gente parece que les pilla de sorpresa que, tras el domingo, las semanas se empeñen en empezar con un día llamado lunes. Estoy por regalarles un calendario de esos de los chinos que se enrollan como un pergamino. Ahí vienen bien claritos los lunes después de los días en rojo que coinciden con domingos.

Paso rápidamente hacia atrás para ver algo de lo que se ha comentado el día anterior. Curiosamente, me entero del fallecimiento de alguien que debía ser muy famoso, aunque yo no había oído hablar de él en la vida, y se entabla un debate no sobre su figura y aportaciones a la humanidad sino sobre límites del humor, el humor negro y el repeto. Al final, no llego a enterarme qué hizo aquel hombre cuya pérdida les parece muy grande para algunos y para otros supone una oportunidad de oro para hacer chistes. Si lo que se desea es información fiable a lo mejor el pajarito azul te hace sudar un poco hasta que la encuentras y no siempre en abundancia.

Algo me llama la atención entre la maleza que crece entre los tuits. Hay un tuitero que se pone a hablar de los mongos y recuerdo que el otro día mi cuñao me habló de ellos y no quise ahondar en el tema para que no me tocara aguantar la chapa cuñadil mucho rato. De hecho, el tuitero se pone a hacer un pequeño análisis desarrollado en varios tuits, con fotos y todos, y acabo concluyendo que los mongos existen, que te saltan cuando menos te lo esperas y que pueden hacerte rabiar en ocasiones. Vamos, que son como la suegra tuitera que nadie quiere pero que tiene que invitar a comer de cuando en cuando porque así está establecido por ley divina, sólo que aquí puedes tranquilamente bloquearla una vez detectada si el día te ha salido tontorrón.

Me siento importante porque yo ya he tenido casi más mongos que tuits pero, al tiempo, siento que soy un fracaso pues no parece que eso sea signo de excelencia. De hecho, es triste tener más mongos que cybersexo de ese pero es una realidad a la que debo rendirme. Nueva decepción que llorar. Algún día dejaré de entrar para ahorrarme disgustos.

viernes, 29 de noviembre de 2013

Día 17. Yo vine a Twuistern (o como coño se diga)

Hoy esta siendo un día muy filosófico. Más que entretenerme en las cosas que rodean Tuerestiter (mal que no mejora, empeora), me he dedicado a un profundo análisis de mis objetivos en esta red social. Bueno, realmente he estado repasando las fotobragas de ayer que aún me creo esta bendición del cielo pero no lo iba a soltar así que quedo mal.

He descubierto que hay muchos tuits que empiezan "Yo vine a Titiriter (ellos lo ponen mejor, dicho sea de paso) a..." y cuentan las razones que hicieron que sus caminos acabaran tropezando en la piedra del dichoso pajarito azul. Mirando unos trescientos me doy cuenta de que las razones que te pueden haber arrastrado a esta locura son, en cualquier modo, muy variopintas a la par que curiosas. Los hay que han venido incluso a follar (o al menos eso se deduce de sus tuits) aunque no acabo de ver que consigan tan noble objetivo.

Esta serie de tuits me hace preguntarme: "A ver, chavalín, ¿Qué diantres te hizo menterte en esta locura y por qué sigues merodeando por aquí?" Como soy educado, cuando me pregunto algo procuro contestarme y documentar bien mi respuesta. He iniciado, por ello, la búsqueda de foros, blogs y respuestas en Yahoo para que ayuden a solucionar tan difícil cuestión. También he encontrado dieciocho videotutoriales de latinoamericanos para construir tu propia razón para estar en esta red social. Yo alucino con estos tíos, cualquier día sacarán un videotutorial acerca de cómo se hace un videotutorial (seguro que ya está pero no quiero ni buscarlo por si acaso).

Horas de reflexión, de sudor, de lágrimas (sobre todo esto por estar ante el monitor leyendo algunas letras horripilantemente pequeñas) han acabado con una satisfactoria respuesta que, por supuesto, he plasmado en un tuit que a mí me parece que resume a la perfección mi opinión sobre tan fundamental asunto.

Con mano temblorosa, pensando en mi huevo (el que me sigue, no andemos pensando escabrosamente) y los otros cuatro followers que se me han apalancado en la cuenta, me decido a escribir: "Yo vine a Tuistres a tuitear". Lo envio, me inflo de orgullo y espero que mi sencilla semilla acabe germinando y fructificando por todos los rincones del mundo (curioso que un mundo redondo tenga rincones pero así de loco está todo por aquí).

Media hora después tenía cinco menciones, una por cada uno de mis seguidores. Curiosamente, ninguno se ha parado a comentar la profundidad de mi pensamiento ni sus implicaciones ontológicas. Todos han coincidido en apuntarme que así no se escribe el nombre de la red del pajarito tocahuevos azul. Mi cuñao, que casualmente ha aparecido para ser espectador de mi triunfo tuitero, ha mirado con desdén la pantalla, me ha dado una palmadita condescendiente y me ha dicho sin ningún timpo de emoción en su voz: "Enhorabuena, tienes cinco mongos".

Intrigado por no saber a qué se ha referido mi cuñao, he apagado el ordenador y he sentido la desilución de ver que mi gran pensamiento profundo se ha quedado reducido a un simple comentario rodeado de tuits rectificándolo, perdiendo así todo su valor. Me voy un rato al "rincón de llorar amargamente por los desplantes que me hacen". Mañana no sé si abriré este cúmulo de decepciones.

jueves, 28 de noviembre de 2013

Día 16. Las fotobragas

Por fin encuentro algo que, así a primera vista, resulta atractivo en Twirten (no me va a salir ni a tiros, lo estoy viendo). Entre los días temáticos, alguien tuvo la genial idea de dedicar los jueves a un inocente y, al tiempo, encomiable asunto como son las prendas interiores femeninas. Por lo que he visto lo llaman los jueves de bragas y la celebración de tan magno acontecimiento consiste en que tuiteras (a ser posible de buen ver y mejor catar) se hacen una foto luciendo su prenda íntima para goce, disfrute y solaz de los espectadores. Es lo que llaman fotobragas (jamás me pude imaginar que pudieran poner ese nombre, es del todo punto sorprendente).

Por lo que he podido observar, este asunto, en apariencia tan inocente, despierta varias posturas bastantes diferenciadas por lo que, en aras de realizar un personal estudio sociológico me he centrado en analizar el jueves de bragas exhaustivamente. Después de varias horas contemplando encajes, puntillas, lacitos y curvas vertiginosas abrazadas por prendas de buen ver he pensado que, para conocer la opinión que suscitan, a lo mejor es conveniente leer también algún tuit al respecto y no quedarme en la mera composición fotográfica.

Como digo, las opiniones son diversas y aquí hay que diferenciar el sexo de quien expone su opinión. Por ello, anoto los resultados en mi libreta atendiendo a este criterio. Deduzco, al fin, después de perder la concentración nueve veces con las fotitos, que:

  • El 100% de los hombres heterosexuales están a favor de las fotobragas. Aunque hay que precisar:
    • El 35% está totalmente a favor, sin restricciones, sin cortapisas, con alabanzas cercanas a lo exagerado.
    • El 40% está más a favor todavía y suele invitar y animar a que las mujeres cuelguen sus bragas (y no precisamente para que se sequen, por lo que se ve).
    • El 25% restante aboga por declarar las fotobragas de interés turístico internacional, hacer exposiciones temáticas y conceder el premio Nobel a quien ideó la iniciativa.
  • El 50% de las mujeres piensa que esto es divertido, liberador y que etá muy bien.
  • El otro 50% dice que son unas putas.
  • El primer 50% dice que las anteriores son unas estrechas.
  • El segundo 50% dice que no hay que ser tan fresca para ser tuitera.
  • El primer 50% dice que las que no lo hacen es porque tienen ropa interior de Bridge Jones.
  • El segundo 50% dice que ellas las enseñan a quien quieren y no a los tuiteros salidos.
  • El primer 50% dice que si no lo quieren hacer que no lo hagan pero que dejen que ellas hagan lo que les salga del toto (término que intuyo que es un eufemismo pero tendré que comprobarlo).
  • El segundo 50% dice que hagan lo que quieran pero que ellas son libres de opinar que son unas putas.
  • El ciclo se repite.
De todo esto concluyo que, como hombre, tengo que estar a favor de las fotobragas y que todo esto pasará mañana pero que hoy está entretenida la cosa.

Viendo unas fotitos de estas empiezo a entender por qué gusta Turter (que no, que así tampoco es).

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Día 15. Cuestión de complementos: Instagram

Cada día me asomo con mayor temor a esto de Turuter (que te vi) porque no sé cómo voy a asimilar las novedades con las que me vaya encontrando. Hay que reconocer que este mundo de los megas, las redes y las wifis tiene la especial virtud o el terrible vicio de revolucionarse cada dos por tres (seis) con novedades y con cachivaches virtuales que acaban enredando la madeja sin medida ni límite.

Por lo que he podido entender en dos o tres horas de paciente observación, es erróneo pensar que basta con escribir tuits y hacer retuises y tal para poderte considerar un tuitero completo. La energía comunicativa, el afán por transmitir al mundo toda la sabiduría que su alma contiene y el proporcionar solaz y diversión por doquier impulsan al tuitero a ensanchar las estrechas fronteras de los ciento cuarenta caracteres y le impulsan a enriquecer su aportación con complementos que se entienen casi necesarios para tuitear.

Por un lado están las fotos. Para éstas, además de cámara, necesitas algún programa para retocar patas de gallo, añadir filtros (como al café), poner un texto significativo, pixelar la cara o añadir alguna nota jocosa a la fotito que quieres mostrar. Además, según parece, existe una especie de Tweter (uyyy, casi, casi) pero para fotos. Lo llaman Instagram y, movido por la curiosidad, he ido a mirar qué se esconde allí y, por un momento, no he sabido si estaba viendo una red social de fotografías o el menú de un restaurante. Tres cuartos de hora viendo la mayor variedad de platos de una u otra índole que han terminado por convencerme de que me estaba muriendo de hambre.

Después de comer he seguido investigando y, por lo que he visto, no sólo hay comida en Instagram, también hay gatos. Muchos gratos. Muchísimos gatos. De todos los tamaños y colores, en diversas poses adorables. A decir verdad, he visto uno que no sabía si era un gato o una rata hasta que las explicaciones que daba su dueña, embargada por el cariño, han aclarado la cuestión: era una rata que a ella se la vendieron como si fuera un gato y en tan errónea percepción sigue viviendo.

Echando un poco la vista atrás me he centrado en otro grupo de fotografías (se ve que esto va de colecciones temáticas). En esta ocasión se trataba de pies. Pies que, como los gatos, los había de todos los tamaños y colores (desde el blanco lechoso hasta el negro zaino). Pies y más pies, aunque éstos no me han resultado tan adorables como los gatitos ni he visto a sus propietarios tan orgullosos. De hecho, uno me ha llamado poderosamente la atención pues mostraba unos pies que no he sabido, tras mirarlos atentamente durante media hora, si eran los suyos propios o las garras de un águila imperial que tenía por mascota. Toda una incógnita.

Por supuesto no faltan fotografías diferentes pero, para qué engañarnos, son más complicadas de encontrar. Si algún día me decido a abrirme una cuenta en Instagram (joer, esto parece Suiza con tanta cuenta que hay que abrir), tengo pensado hacer una especie de composición con pies, comida, gato (en este caso el del coche que de los otros no tengo) y le añadiré un filtro chulo de esos que haga que parezca que la fotografía fue tomada hace muchos años.

martes, 26 de noviembre de 2013

Día 14. Abriendo el círculo.

Por fin me he decidido. Me he dado cuenta de que marear la perdiz a lo único que me conduce es que la perdiz me acabe vomitando y, aunque la pajaritología no sea lo mío, supongo que no debe ser una experiencia agradable. Así que he optado por tuitear, así, sin leer demasiado, a lo loco, dejándome llevar a ver qué sucede.

Como mi gran número de seguidores en realidad se restringe a la hueva, he creído oportuno empezar a hacerlo usando eso que conocí hace días y que tiene nombre es estornudo en alemán. Sí, hombre, eso de la almohadilla delante: el hashtag porque sé que, quien le dé por pinchar en el nombrecito elegido podrá ver mis mensajes aunque no me siga ni de lejos.

He optado, en primer lugar, por crear uno propio y, tras comprobar en 148 intentos, que ya estaban pillados los que se me iban ocurriendo, por fin he dado con uno que, al parecer, no había sido usado antes por nadie. He intentado que se vea mi predisposición a hacer amistades y, con la esperanza de lograr mis objetivos lo lanzo al mar del Tiutwer (mierda) como si de una botella con un mensaje de náufrago se tratara:
#HolaVoyAPonerCosasParaQueMeConozcáisQueSoyNuevoEnEstoDeTuitearYNoTengoMuchosSeguidoresPorMásQueMeEmpeñoEnConseguirMuchosDeUnaRepajoleraVez

Emocionado por este pequeño paso que, esperaba, me iba a granjear el afecto de cuantos lo buscasen en las Tendencias esas, he ido a probar a escribir un segundo tuit usando el mismo HT (que se así es como lo abrevian lo tuiteros de pro). Ha sido desagradable comprobar que, tras introducir toda esa retahíla sólo me quedaba disponible un carácter de los 140 que se permiten. Me rasco la cabeza mientras medito y llego a plantearme que, a lo mejor, no lo he hecho del todo bien, lo que me convence de que es mejor buscar ya temas usados por otros ya que, en buena lógica, a lo mejor no se le ocurre a nadie buscar el mío por muy original que resulte (o precisamente por ser tan original).

Busco entre los existentes, sobre todo entre los que están siendo usados y veo que hay una gran profusión de tuits erotizantes. Estos tíos son capaces de encontrar la vena erótica hasta a un ladrillo de piedra pómez. Erotizan pueblos, apellidos, películas, series, comidas, bebidas, refranes, animales, flores... Se ve que son gentes que se pasan todo el día dándole a la cosa sexual porque se muestran como auténticos expertos en la materia. Otra tendencia es la del día de la semana, que como tema no es muy original pero hay que admitir que entretenido tampoco resulta. Opto por usar un HT que me puede servir para abrirme las puertas a lo grande #JustinBieber del que no tengo ni la más remota idea pero que se ve que es lo más leído del mundo mundial. Con tembloroso pulso escribo "#JustinBieber es una puta mierda" y espero que me respondan.

Mi plan para hacerme popular ha funcionado a medias. He recibido cuatrocientas dieciocho mil menciones pero todas ellas se han dedicado a resaltar mis muchos defectos, acordarse para mal de mi santísima madre, y defecarse hasta en zonas de mi anatomía que he tenido que buscar en Google para saber si eran reales o se las estaban imaginando. Eso sí, mi cuenta de seguidores ha subido portentosamente ya que otros cuatro se han puesto a hacerme follow y uno de ellos hasta me ha felicitado por mi valentía.

Mientras me siguen lloviendo las menciones que insisten en advertirme que la vida es frágil y que la mía puede estar en serio peligro, cierro esto temblando de espanto y rezando para que nadie descubra donde vivo. Esto no va bien. Nada bien.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Día 12+1 (13 de toda la vida de dios). Megapixeles a porrillo.

Como aún no me he atrevido a intentar instalar Tustwer (buff, esto empeora por momentos) en mi flamante teléfono (antes debo averiguar cómo diantres se enciende (tarea no menos complicada así de entrada), me he dedicado a leer un poco y a aprender a tuitear para poder hacerlo con soltura (el tuitear que lo otro no creo que se aprenda mucho por aquí).

He ido mirando lo que otros han escrito y he descubierto, no sin cierta sorpresa, que parece ser que hay días que se dedican a algo especial. Por supuesto, conocía la temática de los lunes: quejas y llantos como si el universo entero se hubiera convertido en un infierno y sólo el constante lamento pudiera mitigar el daño que produce la maldad de empezar una semana. Sin embargo, no se queda ahí la cosa sino que, con mayor o menor vehemencia, otros días les da a los tuiterianos por hacer algo especial en agradable compañía. Algún día me detendré en este aspecto.

Sí me ha llamado la atención el hecho de que exista la posibilidad de colgar fotitos, unas más artísticas que otras, otras más graciosas, otras horribles como una que se ha puesto de moda de una mujer oronda que parece que le han pisado un callo a juzgar por los ojos que se le van a salir de las órbitas. Por lo que comentan anuncia unas loterías aunque sigo sospechando que, lo que realmente promociona, es una serie de terror o de zombies que tan de moda están últimamente. Esta visión tan inquietante me ha llevado a preguntarle al huevo si no hay forma humana de hacer que no se vean las imágenes porque, para qué vamos a engañarnos, algunas pueden fastidiarte el día, la semana y, si me apuras, el mes entero. Solícita y eficiente, mi consultada me ha mostrado el modo de filtrar esas imágenes (pasos que he dado sin saber exactamente lo que hacía y que dudo mucho que pueda repetir jamás). El resultado ha sido, cuanto menos, decepcionante. Resulta que, filtrar imágenes "sensibles" es, según Twliter (mmmm. no, no me convence así tampoco), ocultar unas tras un botoncito que tienes que autorizar para descubrir un gatito, una comida o un paisaje agreste mientras que, al dichoso filtro, se le escapan tetas y culos (lo cual no es que me moleste, precisamente) y vísceras sangrantes, seres monstruosos y penes por doquier (esto ya resulta menos agradable). No acabo de entender el criterio pero, al menos, se ha quedado un poco despejado mi TL lo cual me permite regodearme bien regodeado de imágenes sucesivas de la señora gorda de ojos saltones y boca terrible.

Sí he notado que abundan las mascotas. Creo que voy a tener que hacerme con algún animal al que hacer fotografías porque todo el mundo lo hace, algunos con encomiable insitencia. Perros y gatos son las estrellas tuiteras así que, es muy probable, tendré que adoptar una mascota. Mis dudas se centran, sobre todo, en si adoptar un hurón o una comadreja que me parece a mí que, de entrada, dan buen juego. Tendré que sopesar las opciones antes de tomar tan trascendental decisión.

domingo, 24 de noviembre de 2013

Día 12. Eligiendo teléfono.

Pese a mis reticencias, al final me han convencido para que me haga con un nuevo móvil que me permita tuitear a diestro y siniestro. A raíz de conocer esta posibilidad de la moderna telefonía me he fijado y he descubierto a bandadas de gente que son un auténtico deleite para los fisioterapeutas dado el grado de encorvamiento con el que caminan para no perderse detalle de lo que sucede en sus pantallitas. También sospecho que algo tendrá que ver algo que llaman Guasap pero en el que no he querido profundizar que bastante liadas tengo las cosas ya con Twiriter (este es apropiado para los días de frío pero me da que tampoco se ajusta a su nombre original).

Con paso firme he entrado a una tienda de móviles y he procurado aparentar que tenía bien claro lo que es estaba buscando, a fin de que no intentaran timarme que me han dicho que hay algunos en estas empresas que te la meten doblada y esto es algo que, a fecha de hoy, me hace bien poca gracia.

Tras unos minutos mirando su ordenador, el dependiente me ha dicho que tenía acumulados cincuenta y ocho millones trescientos catorce mil novecientos trece puntos por no haber cambiado de móvil en todo el tiempo que llevo en la compañía. Alucinado ante tamaña suma, le he preguntado que qué me dan por tanto punto y, sin perder la sonrisa, me ha contestado que puedo acceder a los últimos terminales sólo con pagar una pequeña cuota mensual durante los próximos dos años. Al oír esto me he dado cuenta de que los llaman "terminales" porque, realmente, terminan con tu cuenta bancaria a golpes de pequeñas cuotas.

Ante mi estupefacto rostro, ha dispuesto cinco modelos distintos. Ha empezado a cantarme maravillas teléfonicas que se pueden conseguir con cada uno de ellos. Con unos podía hacer fotos chulísimas, con otros podía hacer videollamadas para flipar (este debe ser un término sumamente científico pues lo ha aplicado a todos los terminales), con otros podía navegar a altísima velocidad gracias a la tecnología 4G (algo que me ha maravillado porque, jamás he sido capaz de encontrar el punto G y que te pongan cuatro pues como que facilita mucho la labor). Me ha hablado de ancho de banda, de autonomía de la batería (algo que no me hace gracia en principio pues no la quiero que sea tan autónoma que pase de mí a la primera de cambio) y de no sé cuántas cosas más.

Gracias a la claridad de sus explicaciones al fin le he formulado dos simples preguntas que son las que no he acabado de entender en toda su verborrea. La primera, evidente creo yo, ha sido: "¿Y para llamar sirven o eso hay que contratarlo aparte y con otro chisme de estos?" Me ha tranquilizado enormemente la rotundidad con la que me ha asegurado que sí, que rebuscando un poco entre todas las aplicaciones del teléfono es posible encontrar por casualidad la opción de llamar.

La segunda de mis dudas, esta más centrada en lo que me interesa, es "¿Tiene Tuintre?" (sólo se la he tenido que repetir seis veces hasta que me ha entendido pero no se lo voy a tener en cuenta). Por lo que se ve eso no lo trae ningún teléfono y, cuando me he puesto a gritar como un poseso porque yo lo que quiero es que tenga de eso y no lo ofrecen porque no les interesa, se ha apresurado a aclararme que esa es una aplicación que me puedo descargar e instalar (ya verás tú lo que tardo en hacer todo eso sólo porque al niñato ese no le sale de la real gana hacerlo).

Tras tres horas de debate interior, me he decidido por un teléfono grande y lustroso, sin botones (algo que me inquieta porque no sé cómo narices voy a marcar el teléfono del telepizza o del Club Momentos) y que parece ser lo mejorcito que se ha hecho en mucho tiempo.

Con los nervios de un colegial he llegado a casa y he puesto un tuit anunciando mi modernización, a lo que el huevo me ha contestado en unos minutos diciéndome que cómo se me ocurre coger una mierda de Android pudiendo haber excogido otros mejores y que ya veré como me arrepiento. Esto me ha sonado a amenaza y me he sentido triste y abatido. Quiero dejar de entrar aquí y, sin embargo, no puedo dejar de hacerlo por alguna extaña razón que no alcanzo a entender.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Día 11. Full Time?

Llevo unos cuantos días zarceando en el Tururiter (mmmm, no, así no me suena que sea tampoco) y como me gusta ser meticuloso (meti, culoso... tendré que hablar con la R.A.E. acerca de la sospechosa etimología de este término) hoy me he dedicado a hacer recopilación de lo aprendido para asentar conocientos.

Por lo que he podido ver, esta red es, en conjunto decepcionante. Hacerse oír es muy difícil (sobre todo si tenemos en cuenta que es un medio escrito y  que, por mucho que le chilles al ordenador nadie salvo tus vecinos te oyen), tener seguidores es complicado, tuitear bien es costoso y responder sin pisar algún callo resulta complejo. Considerando esto me surge la inmediata pregunta: ¿Por qué coño me meto yo en estos fregaos? (Y, hablando de fregaos, he descubierto una asociación de tuiteros que exigen, incluso con severa contundencia, que nadie pise lo fregao).

También he aprendido que en Tiwter (me acerco un poco más ¿No?) nada es lo que parece. Esto es algo que descubres al ver que los seguidores son followers, a una arroba la llaman conecta, los avatares son de cualquier sitio menos de Pandora. Si hasta un huevo resulta ser una chica con sus cosas bien puestas y todo, poco queda que añadir a este aspecto.

Algo que me ha sorprendido enormemente, es ver a gente que está a todas horas. Por la mañana, antes de que se desperece el gallo, al mediodía con las cervecitas, por la noche con las juergas y al día siguiente con la resaca. ¿Cómo hace esa gente para llevar el ordenador a todos lados? Espero que sea un portátil porque, si no, será curioso ver gente y más gente deambulando con un ordenador enchufado a un cable de varios kilómetros que le permita ir a cualquier rincón de la ciudad y poder contarlo en la red.

Preocupado por esta cuestión y, dado que no he visto a ninguno llevando su ordenador a cuestas como caracol cybernético, le pregunto a los informáticos cómo puede haber gente que no salga de aquí ni para mear. Después de unos veinte minutos de carcajadas (incomprensibles para mí pero el destino se encargará de mandarles a estos frikis una enfermedad venérea dos días antes de que vayan a perder la virginidad), me explican que Trurister (así no me suena bien ni en la distancia) también se puede instalar en el móvil. Creo que mi cara con los ojos como platos les ha convencido para que me ayuden en esta tarea porque me han pedido mi teléfono y se han ofrecido a hacer las labores de instalación por mí.

Les he dado mi Motorola Tango 300, del que huelga decir que estoy orgulloso por su durabilidad y resistencia ya que está como nuevo y jamás lo he tenido que cambiar. Inmediatamente se han puesto a rebuscar por todos los rincones y me han preguntado como siete veces que dónde guardaba la cámara oculta. Cuando he logrado convencerles de que no había nada de eso y les he vuelto a pedir que me instalaran el programita para tuitear han recaído en otros tres cuartos de hora de risas encanadas (lástima no les dé una descarga el ordenador que los deje impotentes, oye). Al fin, me han explicado que ese teléfono no sirve porque debe ser antiguo. No entiendo que, si funciona perfectamente, me vea abocado a cambiarlo pero, parece ser, que si quiero dedicarme un poco más a tuitear es un paso que me veo obligado a dar.

Estoy meditando los pros y contras, las ventajas de meter esto en mi mano y facilitarme el perder el tiempo en cualquier lugar, a cualquier hora y formar parte de cuantos están tecleando en el telefonito por todos los rincones de este alocado mundo. Por un lado me desprendería de un teléfono al que tanto aprecio pero, por otro, eso me permitiría tener la posibilidad de hacer productivo mi tiempo, porque otra cosa no, pero Trutiter (se me va de las manos esto) productivo tiene que ser por narices ya que tanta gente lo usa.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Día 10: Fauna y flora tuitera

Reconozco mi torpeza en muchos aspectos de la vida y parece ser que es muy evidente Tuester (vaya por dios). Cuanto más observo, más descubro que hay cosas que se escapan a mi comprensión y lógica. Sin duda me faltan datos. En mi ánimo de aprender me he puesto a leer los tuits que iban desfilando y he podido comprobar que en esta red no todos somos iguales, ni mucho menos.

Por un lado están los pocofollowers, es decir aquellos que tienen un escaso número de seguidores. Por lo que leo, son seres entrañables y cariñosos, dignos de compasión e inofensivos. Son la "tacita a tacita" del Turuter (casi que no es así tampoco) y parecen granjearse las simpatías del público. No me queda claro con cuántos seguidores digievolucionas al siguiente estado pero sospecho que yo, con mi seguidora cabreada por el tuit de las tetas, pertenezco a esta noble raza de tuiteros humildes y laboriosos.

Por lo visto, hay gente a la que los followers se le apelotonan por miles (a este paso, a mí me sucederá allá por el año 2190). Se ve que son buenos, divertidos y sus tuits son retuiteados una y otra vez porque merecen la pena. Algunos los llaman "Muchosfollowers" (que tampoco hay que romperse la sesera inventando nombrecitos) y parece ser que mucho de lo bueno de esto se encuentra en sus tuits (y yo que pensaba que lo más destacable iba a ser poder ver culos y tetas).

Aunque en apariencia estos lo tienen sencillo y les basta con su talento natural, por lo que he podido leer, no lo tienen fácil. Si hacen retuises hay quien les recrimina que los hacen porque quieren que escriban ellos, si no los hacen hay quien los llama tuistars (que no sé qué diantres es pero parece que muy bueno no debe ser). Si se dedican a contestar todas las menciones (que deben ser un buen montonazo como les dé a todos sus seguidores por mandarles arrobitas) les reprochan que no tuitean, si no responden y se entretenienen en hacer sus tuits los vuelven a meter en el saco de tuistars. Si entran mucho los llaman agobiantes y si entran poco pues como que todos les dicen que vuelvan que no pueden vivir sin ellos. Total, que yo prefiero quedarme muy a gustito en mi cuenta con una seguidora porque no hay sueldo que pague tanto desvelo como conlleva el tener tanta prole, por muy cybernética que sea.

Lo cierto es que, más allá de los followers, lo que me queda claro es que si tuiteas mucho cansas, si tuiteas poco se te olvidan, si tienes muchos followers no te los mereces, si tienes pocos más mereces, si retuiteas, es que no tienes nada propio que decir y, si no lo haces, no eres capaz de reconocer el talento del tuitero. Si mencionas mucho agobias, si no mencionas eres un tiesto sin valor.

Con las cosas así de claras, voy a hacer una aportación poniendo un tuit ajeno pero, para no incordiar, lo hago copiándolo entre comillas y poniendo al tuitero que lo escribió, que yo no quiero apropiarme de nada que no sea mío. Orgulloso de mi hazaña, de esta solución salomónica que he encontrado por mis propios medios y que supongo que a nadie se le ha ocurrido, espero pacientemente a ver qué resultado se obtiene. En tres segundos (cuatro a lo sumo) me llega un tuit en el que el tuitero autor me desea que mi día sea tan bueno que acabe con mis entrañas esparcidas por toda la ciudad de una forma lenta y dolorosa en agradecimiento por mi retuit manual (anda coño, pues resulta que sí que se le había ocurrido a otros hacerlo y tiene hasta nombre la cosa y, por lo visto, no gusta demasiado).

Acongojado, le pido disculpas y prometo averiguar si existe un modo de enmendar mi terrible falta pero que ya si eso mañana que hoy tengo que retirarme al "rincón de cagarme en todo lo más barrido que quién me mandaría a mí hacer estas cosas".

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Día 9: Descubriendo los retuises y favoriteos

Nunca te acostarás sin saber una cosa más, dicen y con Turitter esto es un hecho (salvo con lo del nombrecito que no me sale ni a tiros, claro). Leyendo lo que otros escriben aprendes muchas cosas tan útiles como que se puede hacer RT o FAV, que siempre viene bien esto para triunfar en la vida, supongo.

En cuanto he visto a alguien pidiendo que le hicieran alguna de esas cosas he acudido al kamasutra para ver qué posturita exactamente estaba pidiendo el interfecto pero, por más que me he quemado las pestañas y me he emocionado con el librito, no he encontrado ninguna referencia a nada que se le pareciera ni en lo más remoto. Este fracaso me ha hecho considerar la posibilidad de acudir al videotutorial del sudamericano que, lo más probable, algo explicará del asunto.

Efectivamente, a los veintiocho minutos de hablar sobre otras cosas que no vienen al caso, ha empezado a explicar eso de dar FAV o RT. El faveo es ponerle una estrellita a un tuit y esta acción en apariencia tan simple, tan carente de transcendencia y tan sosa en principio parece que tiene una capital importancia. Legiones de tuiteros suspiran por poner un FAV en su vida y supongo que es porque si los acumulas obtienes un juego de sartenes o un viaje para dos personas a un paraíso de estrellitas y luces oníricas al atardecer. Supongo, digo, porque las ventajas y beneficios de tal acto no se me hacen evidentes así de entrada. Dispuesto a poner en práctica esta nueva manera de interactuar abro los mensajes del huevo que me sigue, y hago click en la estrellita y espero como tres cuartos de hora a ver si cambia algo, si la pantalla se me cubre de confeti o si suena música celestial acompañando mi gesto. Todo se queda en un sosísimo no pasar nada, salvo que la estrellita se me ha puesto de un color naranja nada espectacular.

Caso distinto parecer ser el RT (ERRETÉ según algunos, Retuiteo según otros). Parece ser que si hacer un RT de esos el tuit viaja milagrosamente a tu TL (joer cómo estoy dominando ya el argot este de marras) y aparece el señor o señora que lo escribió y el mensaje. Es como copiar y pegar pero, eso sí, mostrando quién es el culpable de que el tuit circule. Esto me parece más útil ya que, al menos, el huevo puede leer lo que yo he leído y me hace gracia que, quieras que no, es más rápido que si yo se lo cuento y, sobre todo, menos trabajoso para mí.

De repente, en mi TL aparece un tuit de alguien a quien no sigo ni conozco de nada y me pregunto qué estará pasando, si ya se me habrá escacharrado el Tristter (el día que sepa cómo se escribe me da algo) pero veo que se trata de que alguien ha retuiteado a otro porque otra cosa no pero el programita parece ser que pone mucho empeño en informar de todo lo que hacen los usuarios, hecho que, no es por malmeter, siempre he considerado de ser muy cotilla. Puestas así las cosas, hago mi experimento y retuiteo un mensaje lleno de desparpajo y fino humor (vale, habla de tetas pero me ha hecho gracia) y le pregunto al huevo si le ha aparecido el mensaje. A la media hora me contesta que sí y que no entiende por qué le mando cosas con tetas que ya bastantes tiene ella (debo recordar que es una hueva).

Me he pasado tres cuartos de hora más intentando explicarle mis motivos pero no sé si la he convencido, sobre todo después de sus tres amenazas de darme UF, de hacerme vudú y de fastidiarme la vida con toda su saña. De nuevo me desplomo en la desilusión. ¡Es tan fácil incurrir en malentendidos por aquí! No sé yo si volveré a jugar a esto. No me divierte.

martes, 19 de noviembre de 2013

Día 8: Pon un hashtag en tu vida.

Lo de los nombrecitos de Tururiter (así no me suena que sea) ya empieza a ser recochineo. No les basta con poner las cosas en angloparlante que, además, lo hacen de forma tan concienzuda que es casi imposible adivinar por dónde van los tiros. Hoy he estado viendo por la tele que algo relacionado con alguien ha sido Trending Topic mundial durante un buen rato. Movido por la curiosidad he llamado a mi informático de guardia, a Sandro Rey y al 1004 para que me dieran información al respecto y, tras diversas explicaciones, he llegado a tener un poco claro el asunto.

Por lo que se ve, la confusión en los tuits es tal que, cuando se quieren agrupar en temas se les añade una etiqueta pero, claro, no podían llamarla "etiqueta", no vaya a ser que alguien se confundiera y pensara que se trata de una etiqueta así que se decidió dejar el término como en Inglés: hashtag. Cuando pronuncio esto tengo la impresión de que algo se me ha quedado adherido a las paredes de mi garganta y lo estoy sacando con la fuerza gutural de un coloso. Lo que vulgarmente se conoce como un "pollo" y, sinceramente, aquí no veo el glamour por ningún lado, suena casi germánico si lo pronuncias con cierta vehemencia.

En fin, que me he encontrado con que, según parece, si pones una almohadilla (#), yo siempre la he llamado el cuadradito con las líneas p'afuera, delante de un texto, automáticamente la palabra que hay detrás se convierte en un tema, en una etiqueta y si otro utiliza el mismo hashtag pues los mensajes se juntan como hormiguitas formando un bello mosaico de tuits y avatares. Vamos, que con esto han descubierto las carpetas clasificadoras y los post-it cybernéticos como quien descubre la pólvora.

A lo que se ve, si una etiqueta de esta es muy usada y mucha gente hace tuits con ella llega a ser Trendig Topic, o sea, famosa, supongo que con su firma de autógrafos, su photocall y demás parafernalia que suele acompañar al famoseo. Es como una lista de popularidad pero en la red y debe ser la leche porque en la tele exhiben con orgullo cuando algo de lo que ellos hacen llega a tan alto honor. Supongo que también conllevará una gran remuneración visto cómo lo agradecen los chiquillos.

Sabedor de estas cosas, he observado que hay una ventanita donde aparecen los TT (que no es la abreviatura de ombligo como cabría pensarse sino de los temas estrella) de cada momento. Cuál es mi sorpresa cuando veo reaparecer al Justiniano Bieber ese, feliz martes, empleo y España entre ellos. No acabo de entender la relación entre todo esto pero por algo estarán ahí juntitos. Eso sí, hay hashtags de todo tipo y se suponne que incentivan la participación de la gente. Los de "ErotizaUn..." son muy recurrentes y despiertan la chispa y gracejo del personal, aplicando zonas erógenas y motivos sexuales a cualquier película, canción, pueblo, nombre... Me doy cuenta de que algunos escriben el hashtag con varias palabras juntitas pero ponen mayúscula al principio de cada palabra para que se lea mejor y a otros les da igual eso porque al final todo lo revuelve Tuiltre (mmm... no, así tampoco) con su inmesan sabiduría. Lo cierto es que este descubrimiento me empuja a crear un hashtag, me apetece mucho hacerlo, quiero ser famoso gracias a mi etiqueta graciosa y generadora de nuevos tuits.

Embebido en mi sed creadora (bebido... sed.. uyy que el subconsciente me está diciendo algo), me lanzo a poner un hashtag para ver si la gente quiere participar y escribo "#ParaQuePacoPuedaPorElCuloDebería" y lo dejo ahí, para que la gente se anime esperando que pronto sea TT mundial, o español al menos.

Dos horas después, en el apartado de mi hashtag no hay más que mi sencillita aportación. Es un nuevo fracaso en mi relación con esta red que cada día se me hace más cuesta arriba.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Día 7: Los lunes tienen un sabor especial

El huevo y yo nos hemos tuiteado brevemente. Hemos llegado a la conclusión de que va siendo hora de entretenernos de qué va esto. Comienzo por un videotutorial que he encontrado en Youtube (bueno hay como chorrocientos pero he cogido el primero que será, sin duda, el de más interés). En él, una voz de un muchachote de las Américas explica un montón de términos relacionados con Tuitwer (en el tutorial este no explica cómo se escribe, como puede verse). Algunos me suenan y me centro en esos sobre todo, que no andamos para embrollarme más la cabeza, y por más que espero durante los cuarenta y tres minutos que dura el vídeo de marras no me descubre grandes secretos de cómo triunfar aquí. A lo mejor es preferible sentarme a leer un poco lo que ponen los demás.

Empiezo a desplegar los tuits de otros usuarios y me llega una gran cantidad de información acerca de que es lunes, de que los lunes son una mierda, de que madrugar en lunes es lo peor, de que tener que trabajar los lunes es peor que madrugar un lunes, de que madrugar un lunes para ir a trabajar es la antesala del infierno y de que el café de un lunes cuando madrugas para ir a trabajar es como si te despellejaran lenta y dolorosamente. De todo ello concluyo que los lunes no caen demasiado bien entre la comunidad de los tuiteros pero, eso sí, han de dejarlo patente no sea que alguien piense que les gusta y lo bloqueen o algo.

Trescientos veinte mensajes después de quejarse de una forma u otra sobre los lunes, alguno se arriesga a avanzar un poco y hablar de cosas. Es difícil precisar de qué porque aquí cada uno va a su bola y, por lo que se ve, suelta lo que se le viene a la cabeza, salvo en el tema de los lunes que todos van en una única dirección, todo hay que decirlo.

Me entero de algunas cosas curiosas como, por ejemplo, que hay un tal paco (desconozco su cuenta pero ya la averiguaré, ya) que tiene cierta obsesión con practicar sexo anal pero que no lo consigue por más tretas y argucias que emplee. Tengo la sensación de que, después de "putos lunes", la frase que más he leído es "Por el culo no, Paco". Siento penilla por él, la verdad, tanto esfuerzo para acabar siempre en el mismo callejón sin salida (bueno, en este caso sin entrada).

También hay gente que habla de lo mal que lo hace el gobierno, de lo jodida que está la cosa y similar. Estos no han leído al Marhuenda ni al Ussía que me recomendara mi cuñao y, por la gracia y agudeza que escriben, tampoco veo yo que les haga maldita la falta.

Otro tuitero que parece importante (que buscaré) es un tal Montoya al que le han matado al padre y que se vengará de ello (bueno, no sé si de eso o del apellido y sus correspondientes rimas, que la gente es muy puñetera con estas cosas).

Abundan también los aspirantes a superhéroes, aunque a mí me da que mucho superpoder no es que tengan pero resultan graciosos y todo. También hay mucho escritor pero deben ser de culto porque catorce que he buscado en la Casa del Libro no me aparecen siquiera y eso que, la mayoría, parecen ser de gran utilidad práctica ("Cómo abofetear con la mano abierta a quien es feliz un lunes" es una buena prueba de ello). Además he visto que esta gente domina el inglés con una soltura envidiable. Da gusto cómo forman frases así, sin despeinarse, aunque no recuerdo que en mi curso de CCC me dijeran nada parecido. Evidentemente tienen un nivel que me supera.

Tras cinco horitas tontas leyendo me doy cuenta de que necesitaré un mapa o algo para orientarme por aquí y saber de qué diantres habla esta gente. Por lo pronto, me conformaré con saber que los lunes son el mal, que no tengo ni zorra idea de inglés (de ahí que la terminología aborigen de esto me venga grande), que espero que el tal Montoya no me confunda y se vengue conmigo y que, en el fondo, a mí Paco me cae simpático.

Otro día seguiré leyendo para aprender más. Hoy lanzo mi tuit con la intención de integrarme: "Buenas tardes, puto lunes y ánimo, Paco".

domingo, 17 de noviembre de 2013

Día 6: El conecta me conecta.

He decidido investigar por mi cuenta y riesgo (espero que no explote nada) el icono de la arroba que vi iluminado anoche. Es curioso que Twuiter (esto se me va de las manos por no mirarlo en google, lo sé) llame a una arroba "conecta" pero supongo que es porque el cacharro tiene una batería recargable y de vez en cuando hay que conectarlo para que no se quede sin energía. Pincho ahí y cuál es mi sorpresa que me encuentro dos cosas completamente nuevas para mí pero que me llenan de alegría.

Veo que el huevo al que escribí el otro día me ha contestado. ¡Me ha contestado con varios tuits! Y luego veo que encima me comunican, no sé quién pero agradezco profundamente su amabilidad, que el mismo huevo ha marcado mi tuit como favorito. Esto es la leche, por fin empiezo a tener alegrías en esto de las redes sociales, aunque no sé para qué diantres sirve eso de que marquen como favorito un tuit mío pero da cosilla de la buena.

En su respuesta, el huevo, me ha dicho que le gustaría que nos agregáramos (uyyy, que me da que este se me desliza por el lado oscuro). Añade que le parece buena idea la compañía y que se ofrece a ayudarme a lo que sea (madre de dios... que este me empieza a querer por mi cuerpo). En otro tuit me dice que por qué no le contesto y que si me ha hecho algo que perdone que le intersa que seamos followers (aquí he apretado las nalgas de forma instintiva sin poderlo remediar). En su último tuit me dice que se llama Cristina y que si quiero que la agrege (relajación nalgar, sonrisa de satisfacción y le he dado follow del bueno). Mira tú por donde, los huevos a veces traen sorpresas agradables.

He escrito una nueva mención de esas para mi huevo, le he pedido disculpas por no haber contestado antes pero que no estoy puesto en esto de Tustter (creo que se lo he escrito así). Un minuto después veo que se me enciende un rotulito que pone "1 nueva interacción", hago click y veo que es una respuesta del huevo que me da la bienvenida y me anuncia que me va a followear. Bien, punto para mí, que voy a tener un seguidor, mejor dicho, una seguidora que le da más aliciente a la cosa.Otra nueva interacción me anuncia que me ha seguido. Miro mi ventana y veo que ahora tengo  un follower (sospecho que es el huevo) y me siento en paz con el mundo cybernético.

De todo esto deduzco que la ventanita "conecta" se encarga de notificarme cuando me mencionan y cuando me hacen cositas, esto es para mí un gran avance, sobre todo porque ahora ya siento que hay alguien que verá mis grandes tuits, si un día los escribo, claro.

Regodeándome estaba con tal avance cuando se me ha encendido la arrobita. Inmediatamente la he pulsado para ver qué pasaba y veo, horrorizado, que es una mención de mi cuñao que me dice que ha visto que he borrado todo lo que él hizo, que sabe que lo he hecho por no saber y que soy un mendrugo. Pero ¿Cómo es posible que él sepa eso? Además de conocimientos humanamente admirables tiene poderes sobrenaturales o algo. Me manda otro tuit y me dice que mire en su perfil y me agrege a todos los que él sigue para enmedar el error. Lo he meditado durante dos minutos, he pinchado en su avatar y he visto su perfil (así que es así como ha averiguado a quien sigo, claro). Tras meditarlo unos tres segundos he buscado entre los botones de su perfil y he encontrado el de un señor que me ha desplegado un menú en el que he visto "bloquear" y, de esta forma tan sencillita he conseguido hacerle un Block de esos que me dijeron los informáticos.

Luego me he puesto a buscar gente a la que seguir. No he conseguido acordarme de todos (bueno de los que tienen avatar de partes anatómicas femeninas sí) pero he recuperado unos 60 usuarios a los que seguir. Estoy un poco agotado pero merecerá la pena, espero.

Hoy ya no he hecho mucho más. Tan sólo despedirme de mi huevo (esto no ha sonado del todo bien) hasta mañana. Seguir a alguien y que te sigan es un triunfo que no quiero que se estropee tan pronto y la aparición de mi cuñao ha hecho que tema a twyter (así no me suena bien, no) como al demonio. Prefiero no tentar al diablo y dar por finalada la tarea. Por hoy lo dejo con mi tuit "Hasta mañana" que ya sé seguro que hay alguien que leerá.

sábado, 16 de noviembre de 2013

Día 5: Mi cuaño me ayuda.

Entre las muchas virtudes de mi cuñao, dos sobresalen por encima de todas. Sus amplios conocimientos de todo lo humanamente abarcable y su don de la oportunidad. Ha sido encender el Tuintty (¿por qué no le pondrían otro nombre?) y mi cuñao se ha personado en mi casa con la generosa intención de ayudarme.

Desde que se comprara un ordenador en su banco (a pagar en doscientos cómodos plazos mensuales de cincuenta euros), hace ya cuatro meses, se ha convertido en todo un experto en las nuevas tecnologías y domina cualquier programa, red social y aspecto de la informática. Con tan impresionante experiencia no puedo por menos que permitirle que se adueñe por un rato de mi cuenta y me la optimice. Bueno, por su experiencia y por el empujón que, al grito de "quitapallá que no te enteras de la misa la media", me ha propinado.

Ha empezado a revisar la lista de aquellos a los que hace dos días les di follow de ese. Tras chasquear catorce veces la lengua, provocando sonidos reprobatorios, me ha soltado un "si es que tú no sabes" y en apenas dos minutos ha dejado vacía la lista haciendo unfollows a todo dios y deshaciendo mi trabajo de horas en menos que canta un gallo (que no sé cuánto aguantará el bicho ese cantando pero debe ser muy poco a juzgar por lo que dicen por ahí).

Supongo que mi cara de espanto ha sido evidente porque, con tono tranquilizador, me ha dicho: "No te preocupes, cuñao, que ahora te pongo unas cuentas buenas, buenas, de las que sé yo". Y, efectivamente, me ha puesto unas cuantas cuentas: todas las relacionadas con diarios deportivos y clubs de fútbol, unas cuantas relacionadas con Camela, los Chichos y Melendi y unas de un tal Marhuenda, de otro llamado Ussía y del grupo Intereconomía "para que no te manipulen y tengas información de la buena".

Ha buscado, no sé aún cómo, por cuentas desconocidas para mí y, cuando lo ha creído oportuno, ha dictaminado "listo, chaval, ahora sí que tienes una cuenta en condiciones", me ha dado una palmada en la espalda, ha rehusado que le dé las gracias, aunque no he hecho ni siquiera intención de dárselas, y se me ha despedido con un aire triunfal y profiriendo un estupendo "si es que lo tengo que hacer yo todo, coño" y me ha dejado totalmente hundido frente a la pantalla en la que han aparecido nuevos tuits que me da miedo hasta leer.

Las lágrimas me han nublado la vista después de enterarme que no sé qué jugador se ha lesionado, Camela tiene que volver pero ya y una conspiración leninista está socavando los cimientos de la nación hasta el punto de que han conseguido infiltrar a un tal Bárcenas para hundir al partido político que va a salvar la nación de la miseria y llevar a los obreros a una vida envidiable. No sé aún de que va Tweeter (si no es así, suena anglosajón el nombrecito) pero si es esto voy a borrar mi cuenta con goma gorda.

Tras un suspiro, me dedico a quitar todas las cuentas que me ha puesto mi cuñao, yo he tardado considerablemente más porque carezco de su pericia, y mañana ya añadiré las mías, si es que me acuerdo de cuáles eran. Al borde de la desesperación voy a cerrar esto cuando veo que, bajo la arroba que hay en los iconos del programa, se ha iluminado una pequeña línea azul. Hoy no tengo ganas de investigar qué significa eso, mañana, con mejor ánimo, me pondré a ello.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Día 4: A mí nadie me Followea.

Al abrir la cuenta esta mañana he comprobado, no sin cierto grado de desaliento, que mis tuits (o sea esos escritos que aparecen en la pantallita y que los llamaré así a partir de ahora para que nos entendamos) no han obtenido respuesta alguna. Eso sí, esta gente no para de escribir y escribir como poseídos por un ansia de comunicación descomunal. Intentando saber qué es lo que falla, he llamado a uno de mis amigos informáticos y le he explicado mi desazón.

Le he preguntado que si puedo saber cuántos han leído mis mensajes, para hacerme una idea del grado de mala educación existente y, muy amablemente, me ha hecho los cálculos pertinentes:

-A ver, alma de cántaro, ¿Cuántos seguidores tienes?
-Espera que lo miro... ninguno.
(Se produce un silencio en el que, supongo, él está introduciendo esta variable en una calculadora u hoja de Excel para obtener un dato fiable a través de complejas fórmulas matemáticas y así conocer el alcance de mis tuits).

-¿Cuántas menciones has hecho?

-Ninguna, creo.
(Ahora sí que me ha pillado. ¿Cómo voy a hacer algo que no sé si lo que es? Pero como no quiero que me tome por idiota, si es que no lo ha hecho ya, prefiero no preguntar).

-Pero, ¿Sabes lo que es una mención, tronchoberza?
(Es listo el condenado. Cómo se habrá dado cuenta).

Me explica que mencionar no es más que hacer un tuit pero poniendo el nombrecito de un tuitero (con su arrobita delante) así le llega al interfecto y él ya si eso lo lee, o no, a su capricho. Evidentemente reitero que no he hecho nada de eso, que a mí señalar nunca me ha hecho la más mínima gracia.

-O sea que no has hecho mención alguna. Vale.
(Nuevo silencio. Esto lo está metiendo en una Excel seguro y está esperando que el ordenador ejecute los complejos cálculos para darme la respuesta que necesito).

-No te ha leído ni Cristo.
(Muy científica no parece la respuesta, ni muy exacta, pero sí muy desalentadora. Yo ahí escribiendo para que nadie me lea no es precisamente algo que le alegre a uno la mañana).

Según me explica, tengo que hacer que alguien me siga, muchos a ser posible, para que así alguien me lea e interactúe (se precipita al aclararme que esto tampoco es nada sexual como si yo lo hubiera pensado. Bueno, sí lo he pensado pero me jode que me pillen así las intenciones). Me aconseja mencionar a la gente que sigo, contestar a sus tuits con gracia y procurar ir saliendo del aislamiento en el que estoy en estos momentos.

No sin cierta desesperación, para qué voy ir ahora de digno, fijo un objetivo al que hacer blanco de mi primera mención. Es un usuario que no tiene demasiados seguidores, en realidad tiene ninguno, como yo, pero su avatar me ha hecho gracia. Ya sé que es una tontería pero a mí eso de ponerse un huevo como avatar me arranca una sonrisa de admiración porque hay que tener valor para que te represente una imagen así tan alegremente y en la que se esconde el simbolismo de un ser emergente que está por salir del cascarón. Es mi aliado perfecto porque está sufriendo como yo sufro con esto.

Sin dudarlo, escribo su nombre (con la arrobita de marras) y añado: "soy nuevo aquí. ¿Nos followeamos mutuamente?" y me siento a esperar su respuesta. Tras dos horas de falta absoluta de novedades por su parte pero de cientos de tuits de otros inundando mi pantalla, acabo por convencerme de que tal respuesta no ha de llegar.

Pliego velas del trasto este no sin cierto asqueo. Truistte (seguro que no es así pero debería) no me está reportando muchas alegrías. Me da que aquí voy a durar menos que un billete de 500 en el bolsillo de un banquero.

jueves, 14 de noviembre de 2013

Día 3: Montando el Follown

Las carcajadas de los informáticos al contarles mis seguimientos de ayer me han llegado al alma. Creo que se han pasado un poco con las burlas pero las he soportado por el interés de que me ayudaran, resistiendo el impulso de hacerles ver que son unos frikis que no la van a meter en caliente en su puñetera vida.

Por lo que me han explicado, lo importante en Tuister (algún día aprenderé a escribirlo) es escribir pero también leer y al tiempo seguir y que te sigan, que te hablen y que contestes y que tú hables y te contesten que seas ingenioso y, a la vez, resultes agradable. Creo que me han notado la cara de espanto y han decidido ir más despacio.

Me explican que lo primero que tengo que hacer es follow. La esperanza ha debido ser muy evidente en mi rostro porque enseguida me han aclarado que el térnimo es inglés y nada tiene que ver con el saludable deporte amatorio. Esto del Twinter (joder con el nombrecito) me está proporcionando muchos más disgustos que alegrías.

Por lo que he podido deducir de su verborrea, si le das al bontón "seguir" que hay junto a un usuario le haces Follow que es lo mismo que seguir pero más cybernético. Si te arrepientes y le dejas de followear, le haces un Unfollow que es lo mismo pero al revés y por lo que se vé cabrea mucho a unos cuantos pero otros hasta lo piden. Si no quieres ver a alguien ni que él te vea a ti tienes que darle un Block que, para que yo me entienda, se hace dándole a "bloquear" y que se parece sospechosamente a un bloqueo del castellano de toda la vida. Todo lo que tuiteen (que es como escribir pero en el tuitre -no sé si voy a lograrlo algún día) aquellos a los que yo followee aparecerán en mi Time Line qué no sé donde lo tengo pero los informáticos me han asegurado que lo tengo y lo que yo escriba les aparecerá a aquellos que se me hayan followeado a mí.

Esto me plantea serias dudas porque, si cuento algo de alguna con la que he estado y ella, por habérseme followeado ya lo ve, pues como que me hace poca gracia. Vuelven a explicarme que no tiene nada que ver con el sexo pero mi desconfianza persiste pese a todo.

Me han enseñado en la pantalla dónde ver a quién sigues y quién te sigue. En mi cuenta ambas informaciones están muy equilibradas con un cero patatero cada una. Ante la pregunta, lógica por otro lado, ¿Y a quién coño sigo yo? me han mostrado un apartado en el que se supone que Twilter (tengo que buscarlo en google para que me lo corrija, lo sé) me recomienda gente afín a mis gustos o preferencias. Miro esa lista y me convenzo de que, efectivamente, esto lo ha programado alguien que no tiene ni puta idea de mi vida o me está gastando una broma muy pesada. Un tal Justiniano Bieber, un tal Pablo Alborán y un tal Messi son mis recomendaciones que no sigo porque no me apetece.

Ya en mi casa, a solas, he decidido ponerme a followear a diestro y siniestro y así poder presumir que he tenido cybersexo de ese del que tanto se habla. Comienzo por un usuario cualquiera y le doy mi primer follow porque tiene un dibujito (que me han dicho que se llama avatar, como la película pero sin los tonos azulones) que me hace gracia. Al cabo de una hora me he followeado a ochenta y cinco personas (¡Quién dijo que no es posible!):
  • Doce con un avatar de dibujos chulos al estilo manga.
  • Dieciocho con avatares de personajes históricos ilustres (que supongo yo que será por darle empaque porque dudo yo que Quevedo se ponga a tuitear a estas alturas).
  • Diecinueve con personajes de películas, generalmente tipos de gran éxito entre el público femenino.
  • Treinta y seis con avatares de escotes, tetas, culos y otras partes anatómicas femeninas que me llaman la atención por su lozanía.
La frenética actividad de la pantallita me sorprende. En la parte de arriba me aparece un letrerito que me dice: "317 nuevos tweets", pincho y un raudal de imágenes y textos empieza a desfilar como si fuera una procesión de semana santa bajo la lluvia. Siento un mareo pero empiezo a leerlos uno a uno, con santa paciencia, pero cuando llevo cuarenta o así, vuelvo a subir y hay otros 791 mensajitos nuevos. Pero ¿Esta gente no tiene otra cosa que hacer que escribirme cosas?

Abrumado, decido participar y pongo mi mensaje para todos ellos: "Hola, soy nuevo pero encantado de conoceros". Las apariencias engañan porque todos parecen muy majos con sus cosas pero ninguno se digna a saludarme ni a responderme.

Decepcionado, una vez más, escribo mi "buenas noches, hasta mañana" y apago el ordenador cuando veo que hay 2964 tweets nuevos. Me quiero morir.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Día 2: Hay que seguir a gente.

No he visto la hora de levantarme, aunque tal vez sea por las legañas de haber trasnochado tanto esperando la respuesta que no llegó.

Emocionado y ansioso enciendo el ordenador y miro el Tuiter (sigo sin saber cómo se escribe exactamente). Me estoy meando pero la emoción hace que me aguante. El paso de la ilusión a la decepción es inmediato cuando veo que en la pantalla siguen mis dos mensajes, sin una respuesta, sin nada nuevo.

Pese a que a que mi vejiga empieza a ponerse pesada en su afán por reclamar mi atención, empiezo a darle vueltas a algunas preguntas que me surgen ante tan desolado paisaje: ¿Para qué coño sirve esto? ¿A ver si tengo que hacer alguna cosa que se me ha pasado? ¿El calorcillo húmedo que recorre mi pierna es normal a estas horas? ¿Me tiene manía el dichoso pajarraco azul?

Son preguntas que no tienen respuesta, al menos de momento y al menos no todas.

Después de quitarme el pijama extrañamente humedecido, noto que la presión de la vejiga ha descendido notablemente y confirmo mis sospechas de que Twiter (o como coño se escriba) tiene efectos diuréticos pero poco más. Demasiado bombo. Tiene que tener algún otro aliciente.

A lo largo de la mañana he consultado a varios informáticos que me han dado la clave de mi aparente fracaso. Por lo visto he de conseguir que haya gente que me siga y tengo que seguir a gente para interactuar y que la pantallita se llene de algo más que dos tristes mensajes llenos de ilusión pero sin resultados efectivos.

Atendiendo a tan sabios consejos, me he liado a seguir a gente sin ton ni son por la calle y a preguntarles si querían ser mis amiguitos. No comprendo sus rostros de horror, e incluso pánico, que se han ido produciendo. Decidido a tener seguidores y a seguir he procurado pasarme toda la tarde deambulando por las calles detrás de cualquiera que se cruzara en mi camino.

Agotado, después de dos horas en comisaría y de prometer por lo más sagrado que no volveré a perseguir a nadie, he llegado a casa y me sentado en el ordenador. En el desangelado Twitter (¿Es así o no?) he escrito: "¿Por qué corréis? No os voy a hacer nada". Pese a que he perseguido a media ciudad nadie se ha dignado a contestarme. Tengo que consultar de nuevo a los informáticos.
Escribo mi último mensaje de hoy: "Hasta mañana", que mi padre siempre me decía que, ante todo, educación.

Sigo sin ver claro que esto enganche tanto como dicen.

martes, 12 de noviembre de 2013

Día 1:
He decidido abrir una cuenta en Twitter (¿Se escribe así?) para ver qué es eso de lo que tanto hablan. Es algo de una red que tiene un pajarraco azul. Así de entrada no suena muy sugerente pero hay que estar metiendo el hocico en esto de las nuevas tecnologías si uno no quiere seguir estando solo. Tengo la esperanza de que pueda encontrar amiguitos y amiguitas (sobre todo amiguitas).

Pongo mi foto, una en la que salgo con pose elegante y disimulo las patas de gallo y los defectillos que ya asoman por mi cara a fin de tener más gancho. Me preguntan que cuente mi vida pero no me dan mucho espacio. Tampoco me importa, mi vida es limitadita y se acomoda bien a cualquier rinconcito. Termino de hacer cositas en la configuración y me lanzo al apasionante mundo del tuiteo.

Una hora después de haber abierto la cuenta no ha pasado nada.

Dos horas después sigue sin cambios la cosa.

Tres horas después sigo esperando que esto dé señales de algún tipo de actividad.

Cuatro horas después noto algo nuevo, los ojos me lloran de tanto mirar la pantalla sin apreciar nada nuevo.

Cinco horas después empiezo a considerar que algo no estoy haciendo del todo bien.


Cinco horas y dieciocho minutos después me decido a escribir en una ventanita que hay a la izquierda. Sólo tengo 140 caracteres, por lo que se ve. Tengo que medir mis palabras, elegirlas para que me quepan y expresen todo el caudal de emociones que siento. Tras media hora de meditación logro encontrar lo que buscaba y escribo: "Hola, ¿Hay alguien?"

En la parte central aparece mi foto y mi texto. Me siento poderoso, en la cima del mundo. He conseguido cambiar las cosas y estoy orgulloso de mi logro. Me pongo a esperar una respuesta.

Tres horas después de haber enviado el texto (no se a dónde porque sigue estando ahí sin moverse ni cambiar ni nada), no hay señales de vida. Sigo esperando una respuesta.

Harto de esperar, decido irme a la cama. Son las cinco de la madrugada y, pese a mi gran avance, esto me parece un poco soso. Creo que he caído en una trampa publicitaria porque esto no es para tanto como me habían dicho. Antes de cerrarlo, escribo un nuevo mensaje que lanzaré como una botella a ver si hay alguien que lo recoja: "Hasta mañana".

Si esto no cambia, creo que lo acabaré aborreciendo o acabaré loco perdido.