martes, 3 de diciembre de 2013

Día 19. Joder ¡Que se mueven!


Si lo de las fotos de Twister (¿Esto no era un baile?) ya me tenía un poco alucinado, hoy mi asombro ha crecido un poquito más. Resulta que he visto que un usuario ha colgado un vídeo. Ya es rizar el rizo.

Una cosa que se llama Vine parece que sirve para eso. Son cortitos y, en no pocos casos, inquietantes. Estos tuiteros ya me parecían gente un poco rara pero viendo cómo se empeñan en colgar peliculitas en las que chillan, ríen y hacen sus cosas de tuiteros acaba dejándome perplejo. Pero también me da envidia, yo también quiero dejar escapar libre mi imaginación y poder mostrar al mundo un corto de unos segundos digno del mismo Amenábar.

Saco del trastero mi cámara de vídeo: una magnífica Sony de esas de cinta que puedes poner directamente en el vídeo VHS con el adaptador que venía en el lote. La coloco en el trípode, me pongo en el sofá, cojo un gato de los chinos de esos que mueve el brazo para que haya un elemento felino que es algo que se agradece en la red del pajarito azul y, después de carraspear un par de veces, le doy al mando a distancia para empezar la grabación.

Primer plano del brazo del gato balanceándose. Se abre plano. Aparezco yo, ataviado de forma conceptual, con un sombrero mexicano, una camisa hawaiana, el pantalón de un pijama de Dora la Exploradora y unas babuchas que compré en Marruecos. No sé qué quiero dar a entender con mi abigarrada indumentaria, pero ahí la dejo por si hay quien lo entienda.

Me dispongo a soltar mi mensaje que, espero, llegue a los confines del mundo: "Una mujer tenía un perro y le llamó Mistetas. Resulta que un día lo perdió..." (no voy a poner todo el mensaje, que si no luego nadie ve el vídeo por sabérselo de antemano). Cuando termino, hago una reverencia, se me cae el sobrero. Lo recojo. Voy a coger el mando y tropiezo con el cable provocando una pérdida de equilibrio que conlleva la caída del gato previa descripción de parábola ascendente que sería la envidia de un halcón. Aterriza sobre el sombrero que, al perder su centro gravitatorio, acaba estrellándose en la estantería donde tengo las copas de cristal de vohemía (de 15 céntimos la unidad en el mismo chino que compré el gato y el sombrero) con la consiguiente ruptura del vidrio en tensión y desparrame de cristalitos en una algarabía de sonido y luz.

Reviso la grabación y me doy cuenta de que el mejor momento es justo el de la caída y decido que ese va a ser mi mensaje para el mundo a modo de crítica en la que toda nuestra sociedad está tambaleándose y cayéndose sin remedio (bueno y que he de reconocer que como vídeo de risas por el ridículo ha quedado bordado).

El problema lo encuentro al intentar pasar el vídeo de marras, por más que intento buscar la clavija para conectarlo al ordenador no encuentro nada que se le parezca. Me rasco la cabeza y, depués de ilusionarme con poder hacer algo tan novedoso, vuelvo a caer en la frustración por no saber cómo llevarlo a cabo. Otro día preguntaré a los informáticos, cuando se me pase el berrinche.

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