Día 18. Después del respiro.
Me he tomado un fin de semana sin entrar en Tarariter (ya sé que no es así pero nos entendemos). Necesitaba alejarme, tomar distancia y pensar qué estoy hacendo con mi vida si siento sudores y temblores cuando no entro a visitar al jodido pajarito azul pese a las decepciones con las que está aderezando mi vida.
Lo cierto es que ya me han dicho que debería probar a usarlo en el móvil y así evitar pasar días enteros sin entrar pero, como me he enterado que las baterías de los teléfonos actuales duran más bien poco, he optado por dejarlo cargando un par de días más (lleva acasi una semana) para asegurarme que me va a durar a pleno rendimiento por lo menos un mes o dos. Soy paciente y le doy todo el tiempo que haga falta para que la batería se llene hasta rebosar.
Después del fin de semana, como digo, vuelvo a entrar, como un yonki de esos que busca su dosis, y comienzo a leer lo que va desgranándose ante mí en la pantalla. El maravilloso mundo del pajarito azul se me va mostrando de nuevo con una interminable retahíla de lastimosas quejas por el sueño, el frío y, sobre todo, por ser lunes. Desde luego, a esta gente parece que les pilla de sorpresa que, tras el domingo, las semanas se empeñen en empezar con un día llamado lunes. Estoy por regalarles un calendario de esos de los chinos que se enrollan como un pergamino. Ahí vienen bien claritos los lunes después de los días en rojo que coinciden con domingos.
Paso rápidamente hacia atrás para ver algo de lo que se ha comentado el día anterior. Curiosamente, me entero del fallecimiento de alguien que debía ser muy famoso, aunque yo no había oído hablar de él en la vida, y se entabla un debate no sobre su figura y aportaciones a la humanidad sino sobre límites del humor, el humor negro y el repeto. Al final, no llego a enterarme qué hizo aquel hombre cuya pérdida les parece muy grande para algunos y para otros supone una oportunidad de oro para hacer chistes. Si lo que se desea es información fiable a lo mejor el pajarito azul te hace sudar un poco hasta que la encuentras y no siempre en abundancia.
Algo me llama la atención entre la maleza que crece entre los tuits. Hay un tuitero que se pone a hablar de los mongos y recuerdo que el otro día mi cuñao me habló de ellos y no quise ahondar en el tema para que no me tocara aguantar la chapa cuñadil mucho rato. De hecho, el tuitero se pone a hacer un pequeño análisis desarrollado en varios tuits, con fotos y todos, y acabo concluyendo que los mongos existen, que te saltan cuando menos te lo esperas y que pueden hacerte rabiar en ocasiones. Vamos, que son como la suegra tuitera que nadie quiere pero que tiene que invitar a comer de cuando en cuando porque así está establecido por ley divina, sólo que aquí puedes tranquilamente bloquearla una vez detectada si el día te ha salido tontorrón.
Me siento importante porque yo ya he tenido casi más mongos que tuits pero, al tiempo, siento que soy un fracaso pues no parece que eso sea signo de excelencia. De hecho, es triste tener más mongos que cybersexo de ese pero es una realidad a la que debo rendirme. Nueva decepción que llorar. Algún día dejaré de entrar para ahorrarme disgustos.
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