Día 17. Yo vine a Twuistern (o como coño se diga)
Hoy esta siendo un día muy filosófico. Más que entretenerme en las cosas que rodean Tuerestiter (mal que no mejora, empeora), me he dedicado a un profundo análisis de mis objetivos en esta red social. Bueno, realmente he estado repasando las fotobragas de ayer que aún me creo esta bendición del cielo pero no lo iba a soltar así que quedo mal.
He descubierto que hay muchos tuits que empiezan "Yo vine a Titiriter (ellos lo ponen mejor, dicho sea de paso) a..." y cuentan las razones que hicieron que sus caminos acabaran tropezando en la piedra del dichoso pajarito azul. Mirando unos trescientos me doy cuenta de que las razones que te pueden haber arrastrado a esta locura son, en cualquier modo, muy variopintas a la par que curiosas. Los hay que han venido incluso a follar (o al menos eso se deduce de sus tuits) aunque no acabo de ver que consigan tan noble objetivo.
Esta serie de tuits me hace preguntarme: "A ver, chavalín, ¿Qué diantres te hizo menterte en esta locura y por qué sigues merodeando por aquí?" Como soy educado, cuando me pregunto algo procuro contestarme y documentar bien mi respuesta. He iniciado, por ello, la búsqueda de foros, blogs y respuestas en Yahoo para que ayuden a solucionar tan difícil cuestión. También he encontrado dieciocho videotutoriales de latinoamericanos para construir tu propia razón para estar en esta red social. Yo alucino con estos tíos, cualquier día sacarán un videotutorial acerca de cómo se hace un videotutorial (seguro que ya está pero no quiero ni buscarlo por si acaso).
Horas de reflexión, de sudor, de lágrimas (sobre todo esto por estar ante el monitor leyendo algunas letras horripilantemente pequeñas) han acabado con una satisfactoria respuesta que, por supuesto, he plasmado en un tuit que a mí me parece que resume a la perfección mi opinión sobre tan fundamental asunto.
Con mano temblorosa, pensando en mi huevo (el que me sigue, no andemos pensando escabrosamente) y los otros cuatro followers que se me han apalancado en la cuenta, me decido a escribir: "Yo vine a Tuistres a tuitear". Lo envio, me inflo de orgullo y espero que mi sencilla semilla acabe germinando y fructificando por todos los rincones del mundo (curioso que un mundo redondo tenga rincones pero así de loco está todo por aquí).
Media hora después tenía cinco menciones, una por cada uno de mis seguidores. Curiosamente, ninguno se ha parado a comentar la profundidad de mi pensamiento ni sus implicaciones ontológicas. Todos han coincidido en apuntarme que así no se escribe el nombre de la red del pajarito tocahuevos azul. Mi cuñao, que casualmente ha aparecido para ser espectador de mi triunfo tuitero, ha mirado con desdén la pantalla, me ha dado una palmadita condescendiente y me ha dicho sin ningún timpo de emoción en su voz: "Enhorabuena, tienes cinco mongos".
Intrigado por no saber a qué se ha referido mi cuñao, he apagado el ordenador y he sentido la desilución de ver que mi gran pensamiento profundo se ha quedado reducido a un simple comentario rodeado de tuits rectificándolo, perdiendo así todo su valor. Me voy un rato al "rincón de llorar amargamente por los desplantes que me hacen". Mañana no sé si abriré este cúmulo de decepciones.
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