miércoles, 4 de diciembre de 2013

Día 20. El cuento de nunca acabar.

Pensaba que con un ordenador y un poco de ingenio ya podía tuitear. Nada más lejos de la realidad.

Por lo que voy viendo de los que son considerados grandes en el mundillo de Twieter (creo que me voy acercando), es imprescindible tener algunas cosas más. Una cámara de video, una de fotos, un amplio conocimiento de concina, sociedad, música, política, leyes, sexo, bricolaje, crítica literaria, física cuántica, trigonometría, ingeniería espacial, papiroflexia. Además necesitas tener una mascota aunque no es inconveniente tener varias de formas, tamaños y colores variaditos y enternecedores. La ropa es conveniente que esté a la última, por lo que unos conceptos de moda tampoco vienen mal y ya si la ropa interior es de marca y capaz de marcar determinados volúmenes ya es la leche.

Consternado he ido a mi armario. Si excluimos la ropa de mercadillo y la de los chinos, me queda una camisa para las bodas y un un pantalón corto que me regalaron por mi cumpleaños. Me da que esas prendas no logran compaginarse lo suficiente como para constituir un conjunto tuitero aceptable. Revisando el acjón de los calzoncillos, lo más cercano que encuentro a ropa interior molona es un bóxer slip ajustado de la marca Clavín Kein (por supuesto adquiridos al módico precio de 2,90€ en el mercadillo hace un par de meses) de color narajan fosforito con pequeños motivos ilustrativos de un cerdito la mar de gracioso. No he querido, ni siquiera, probármelos por aquello de que no me apetece confirmar mi sospecha de que tampoco tengo volúmenes sugerentes que realzar.

Pero estoy dispuesto a triunfar y vencer al jodido pajarito azul con otras armas que con un físico espectacular del que carezco. Decido, pues, atacar por el flanco del conocimiento, del ingenio, de la sabiduría que acabe por hacerme merecedor de la admiración de tuiteras y tuiteros de postín. Necesitaré, eso sí, ejercitar la mente con esmero y tesón.

Por eso, he dedicado el día a aprovisionarme de tres enciclopedias, el libro gordo de Petete, dos antologías del chiste español, media docena de cintas de Arévalo, cuatrocientos veinte documentales de la 2 y un peluche por si tengo que hacer una foto de una mascota con una frase profunda. Cuando he visto ante mí tanto cachivache, he perdido la ilusión, otra vez. Esto va a ser arduo pero espero que mis esfuerzos se vean rencompensados algún día.




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