jueves, 5 de diciembre de 2013

Día 21. Estrenando el móvil (1).

Ya iba siendo hora de pasarme a la tecnología tuitera portátil así que me he decidido a estrenar, por fin, el móvil que llevaba una semana cargando. No voy a negar mi nerviosismo pues esperaba que saliera un teclado de algún lugar escondido pues lo que me vendieron es todo pantalla que, para llamar, ya me dirás tú de qué sirve.

Aprieto, eso sí, un pequeño, diminuto, minúsculo adminículo que, a modo de botón de encendido, encuentro por casualidad en la parte superior del cacharro. Mi asombro es mayúsculo cuando en la pantalla empieza a aparecer un festival de color, luz y sonido que me parece más la introducción de una película que el inicio de un teléfono. Lo cierto es que no me parece un mal principio. Tras media hora, aproximadamente, de musiquita y logotipos reluciendo en la pantalla, me aparece una especie de teclado virtual y el teléfono me pide un PIN.

Nervioso, me pongo a buscar por la casa a ver si me aparece alguna de las insignias de esas de propaganda que hace años me dieron en una promoción de un bar porque, que yo recuerde, otro pin no he tenido en mi vida. Desesperado por no encontrarlo, llamo a los informáticos que me explican que eso de PIN significa "Personal Identification Number" y, aguantándome las ganas de llamarlos frikis espinillosos cuando se me han reido a carcajada limpia, me he despedido lo más dignamente que he podido. Como no he querido que me siguieran humillando, he decidido averiguar por mi cuenta qué diantres es eso. 

Por lo que he deducido, se trata de un número y he imaginado que lo tengo que elegir a fin de que la seguridad sea completa. Así que he puesto: "4321" (no soy tan estúpido como para poner "1234") y he pulsado el Ok. Por lo que se ve, algo he hecho mal, así que he repetido la operación pero el teléfono se empeña en decirme que me equivoco al elegir ese número. No sé quién ha diseñado esto pero me tendría que explicar por qué sabe que me equivoco eligiendo un número que yo quiero. Vuelvo a intentarlo (esta vez gritándole al terminal que no me toque las narices que parece ser muy efectivo en este tipo de situaciones) y logro un cambio radical. Se ve que el teléfono se ha dado cuenta de que no puede negarme el PIN que a mí me gusta por lo que cambia de estrategia y me pide el PUK. 

No sé de qué va esto, la verdad. Si ya lo del PIN rozaba la ingeniería genética, esto del PUK me parece ya ingeniería aeroespacial de la buena. Llamo a la compañía, desde el fijo, por supuesto, y tras media hora de musiquita horrorosa, una señorita (que se identifica como Leonora Smith Rodríguez y que me parece que me está hablando desde una piscina en Punta Cana) me explica que ese tal PUK es un numerajo que aparece en la tarjeta que me han dado en la tienda junto al móvil. Busco tal tarjeta y resulta que es una especie de rasca y gana y, en lugar de un regalo sorpresa, lo que pillo al pasarle la monedita son los números que con tanto empeño me pedía el móvil. Introduzco con cuidado los doscientos dígitos del PUK (el cabrón está hecho para que te equivoques, fijo) y, con lágrimas emocionadas, el cacharro decide funcionar poniendo un fondo otoñal y unos cuantos iconos que desconozco completamente. 

Hoy no doy más de mí. Mañana revisaré el manual de instrucciones a ver si saco algo en claro. Una nueva decepción, un nuevo berrinche y hoy ni siquiera he entrado en Tutwitre (estoy ahora como para averiguar cómo se escribe). Esto es desesperante.

2 comentarios:

  1. Jajaja! Me ha encantado lo del "4321" xD
    Muy entretenido el blog, ya tienes una fan :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues bienvenida y es un placer arrancar una sonrisa de cuando en cuando. Estás en tu casa.

      Eliminar