martes, 13 de enero de 2015

Día 543: El Játer.

Hoy he entrado en Truturiter (no hay forma) con ganas de aprender y me he topado con un gran número de alusiones a una especie tuiteril completamente desconocida para mí pero que, por lo que se ve, tiene más solera que el anisete del abuelo: los Játers.

El llamarlos así responde al irrefrenable impulso que tienen los tuiteros de llamarlo a todo usando el inglés (que digo yo que será porque suena más tecnológico). El término, tan desconocido para mí como la física cuántica, me lo han tratado de aclarar los informáticos del trabajo, entre sonoras carcajadas cuando han visto que tomaba notas. Lo cierto es que tales individuos deambulan por la red del pajarito como Pedro por su santísima casa pero, lo que son las cosas, yo andaba totalmente ajeno a su existencia.

La técnica que utiliza un Játer es bastante simple: se trata de responder a todo lo que escriban otros menospreciando, insultando o ridiculizando a su víctima. Según he podido entender entre las carcajadas de los informáticos, cuando uno de estos personajes se asoma a tu cuenta puedes proceder de varios modos. Por un lado puedes no hacerles caso, con lo que te conviertes en un creído maleducado por no contestar. También puedes optar por pagarles con su misma moneda, con lo que te conviertes en un creído maleducado por insultarles. A lo mejor decides optar por bloquearlos y, por arte de birlibirloque, se te adjudica la etiqueta de tuistar incapaz de encajar con gracia y salero al játer (además de ser un creído maleducado, por supuesto). También puedes decidirte por contestarle sin entrar en su juego pero, entonces, él seguirá en su línea y acabarás por ignorarlo, aunque sea por aburrimiento con lo que te conviertes en un creído maleducado.

Mi falta de pericia en estas cosas me ha llevado a consultar a mi cuñao que, mientras mordisqueaba un palillo, me ha dado un par de palmaditas en la espalda y, con su tono de condescendencia habitual, me ha sugerido que le ceda el sitio para mostrarme la verdad suprema del asunto que sólo él, en su infinita sabiduría, conoce. Con una sonrisa que más que tranquilizar me ha dejado inquieto, me ha sugerido que él me iba a enseñar la técnica pues él mejor que nadie sabe hacer de játer y, bien realizada, la técnica me granjeará más seguidores de los que jamás pude soñar.

Temblando, le he dejado la cuenta y, en unos diez minutos, ha conseguido que me bloqueen hasta las cuentas de publicidad. Desolado al ver cómo mi contador de seguidores se ha puesto en números negativos, he optado por remediar la situación antes de que el energúmeno ese me acabara hundiendo definitivamente y he desenchufado el ordenador.

Entre lágrimas le he pedido que me deje solo, que ya he aprendido la lección. Los disgustos no paran de cercarme y, mientras mi cuñao salía de casa dicíendome que no tengo arrestos suficientes y que así no llegaré a nada en la vida, me hundo en mi desesperación sin saber si algún día el pajarito azul me dará alguna alegría.

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